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Intervalo de un deseo .
El
cuerpo perdido, conteniendo el arma poderosa de sus pensamientos. Imaginando
belleza, expectativa dolosa. Sin embargo, el alma grita a través de las
palabras para sostenerlo al viento. Caída libre, mientras las olas del mar
chocan contra la orilla.
Cuerpo
derramado, cuerpo sumergido, violento. Amante furtivo, deseo que se desvanece
con el compás de un ritmo que se acelera; el alma tiembla, la voz del silencio
que susurra al oído. El cuerpo lamenta, pero se enciende. Se avanza en el
vaivén de las horas que transitan, el cielo perturbado lo destroza con una
tormenta de agua fría.
Agua
fría en el océano hiriente. Y sigue caminando.
Desnudo
es, ombligo lunar, estrellas y planetas transitorios. El cuerpo es cielo
transformado. El sedoso cabello abraza algo más que los pensamientos perdidos,
cabello dorado, cabello que se oscurece al caer el día. El cuerpo llenado de dedos,
manos, piernas, ojos, boca y mejillas.
Los
pulmones respiran, el corazón bombea sangre, los vellos cubren la piel y la
protegen del frío. Y el sabor a sed, el sabor a lengua, a dientes, a paladar.
Mastica sin sentido, saborea lo sinsabor, la saliva se mezcla con el llanto de
unos ojos que derraman tristeza, melancolía atroz.
Las
plantas de los pies tocan el piso, granos de arena que en conjunto cubren la
nada. Cúmulos mineralizados hasta donde no se ve más. Y los pies dejan huellas,
cada paso con distinto espesor, los dedos aturdidos y la piel reseca. La arena
introducida entre las uñas mientras avanza a pie tras pie. El cuerpo derrotado,
el cuerpo pensativo, el cuerpo.
Cuerpo
desconocido.
Las
plantas de los pies son como las palmas de las manos. Y el cuerpo toca aquello
que está lejos, tan solo con esa superficie de piel gruesa, piel sensible. Puede
tocar la mejilla de quien camina a su lado o puede tocar su empeine o tan solo
tocarse a sí mismo.
Tocar
la entrepierna o tocar el deseo, tocar como se toca por primera vez o tocar con
las manos del cuerpo experto. Y al final respirar al tacto, como se respira la
aventura de tan solo inhalar y exhalar sin detenerse, acelerando el flujo de
protones y neutrones a través de la sangre.
El
cuerpo con cerebro, con pensamientos. Y las emociones se desnudan cuando el
cuerpo mira a otro, porque el tacto le revela la intención original. El ombligo
se estruja con todo aquello que lo contiene. Y al estómago le revolotean
mariposas, al intestino se le hace nudo, la piel se enchina, la boca saliva, la
mirada brilla, las manos sudan y los pensamientos se inquietan. El cuerpo
honesto no sabe qué hacer.
Bailable
de cuerpo, movimiento que transita. Bailar es enamorarse. Enamorarse del sueño,
de lo posible, de lo imposible. Como la niña Alicia que bebe y cruza de un modo
u otro esa puerta que la lleva a viajar hacía el país de las maravillas.
El
cuerpo vive aglutinando sabores, coleccionando imágenes, recordando olores,
escuchando los sonidos de un mundo que se acelera, sintiendo, sintiente de las
posibilidades, ese cuerpo que navega, que se sumerge y que vibra contando
amores.
V.B.