.
Tintervalo de Miedo .
Caminar por calles cubiertas de flores,
caminar mientras percibo el aroma a atole de guayaba y tamales de Oaxaca. Sigo
caminando y un desfile de calaveras vivientes hace su aparición. Es el centro
de Coyoacán, ese lugar que se ha esforzado por mantener vivas las tradiciones
que homenajean a la muerte. Galerías exponen caricaturas de José Luis Posadas y
cuadros hechos por niños de diferentes edades.
Especialmente en estos días se puede
notar el colorido en las calles, el olor a incienso, las velas encendidas, el
barro y los dulces. Fotografías de familiares muertos hace poco o largo tiempo
que a sabiendas de los vivos, volverán para visitar sus antiguos hogares y
degustar un poco de los obsequios de sabor que les han preparado.
¿Qué puedo expresar desde mi sentir
personal? Estas tradiciones no son solo defeñas, estás tradiciones se extienden
a lo largo y ancho del país. En algunos lugares aun conservando parte de los
vestigios de las costumbres prehispánicas, en otros ya mezcladas tradiciones
locales con extranjeras, lo cierto es que los mexicanos reímos con la muerte,
con ese mismo control que no tenemos sobre ella y nos desespera. Con esa misma
ansia de prepararnos para el futuro. La muerte no es más que el reflejo de una
amiga con la que caminamos a la par y que siempre, siempre nos acompaña.
Los panteones llenos de familias que
acuden a las tumbas de sus fallecidos, las calles son azotadas por
peregrinaciones, misas especiales en las principales iglesias de las ciudades,
cantos ceremoniales, danzas a la muerte, versos hechos calaveritas, disfraces,
maquillaje, comida, música, todo aquello que pueda entretejerse y recibir con
emoción y alegría a aquellos que ya no están.
En Ciudad Universitaria por ejemplo, se
monta la Mega Ofrenda que es realizada por las diversas facultades, los
colegios de ciencias y humanidades, colegios particulares y asociaciones que
deseen participar. Este año por ejemplo, casi todos los altares estaban
dedicados a José María Morelos y Pavón, así podíamos ver diferentes maneras de
recordarlo y hacerle memoria. Ubicadas alrededor del estadio en Ciudad
Universitaria fueron amenizados con la participación de diferentes producciones
escénicas, música y un sol ardiente que acompañaba el recorrido.
La muerte, es nuestra muerte. Esa
mejor amiga que te acompaña en las buenas y en las malas. Aquella a la que
tememos llegada, y sin embargo la ansiamos desde el primer momento. ¿Cuántas
visitas guiadas al más allá? La gente se congrega para celebrar, los niños con
sus calabazas de plástico que extienden hacía al frente con sus pequeños brazos
tan solo para pedir su calaverita. Y en el rostro, una mezcolanza entre dulces y
maquillaje batido, calor de gente y sudor de largas caminatas. Nunca olvidaré
los complejos disfraces de diseño materno que me vestían de fantasma colocando
en mis manos mallas blancas selladas, y que luego, cuando recibía la enmolada
no podía tomar y disfrutar. No olvidaré las máscaras de barro fijado a la piel
para simular el rostro envejecido de la bruja y que evitaban que yo pudiera
beber por lo menos un poco de agua. Ni tampoco el lodo de en la piel que
simulaba la piel de una bruja viviente en el bosque y que me produjo horas
después una alergia corporal.
El olor de un día de muertos es tan
peculiar, de esos que es difícil de olvidar. Se te quedan en la memoria como parte
de esa historia que aunque te da dificultades al dormir, celebras, porque es
parte de ti. Un día de muertos es ese Intervalo que te recuerda la fragilidad de la vida y la celebración de aquello que está fuera de tu control.
No hay comentarios:
Publicar un comentario