PROMOCIONES ESPECIALES

martes, 3 de noviembre de 2015

.Tintervalo de Miedo.

. Tintervalo de Miedo .






Caminar por calles cubiertas de flores, caminar mientras percibo el aroma a atole de guayaba y tamales de Oaxaca. Sigo caminando y un desfile de calaveras vivientes hace su aparición. Es el centro de Coyoacán, ese lugar que se ha esforzado por mantener vivas las tradiciones que homenajean a la muerte. Galerías exponen caricaturas de José Luis Posadas y cuadros hechos por niños de diferentes edades.

Especialmente en estos días se puede notar el colorido en las calles, el olor a incienso, las velas encendidas, el barro y los dulces. Fotografías de familiares muertos hace poco o largo tiempo que a sabiendas de los vivos, volverán para visitar sus antiguos hogares y degustar un poco de los obsequios de sabor que les han preparado.

¿Qué puedo expresar desde mi sentir personal? Estas tradiciones no son solo defeñas, estás tradiciones se extienden a lo largo y ancho del país. En algunos lugares aun conservando parte de los vestigios de las costumbres prehispánicas, en otros ya mezcladas tradiciones locales con extranjeras, lo cierto es que los mexicanos reímos con la muerte, con ese mismo control que no tenemos sobre ella y nos desespera. Con esa misma ansia de prepararnos para el futuro. La muerte no es más que el reflejo de una amiga con la que caminamos a la par y que siempre, siempre nos acompaña.

Los panteones llenos de familias que acuden a las tumbas de sus fallecidos, las calles son azotadas por peregrinaciones, misas especiales en las principales iglesias de las ciudades, cantos ceremoniales, danzas a la muerte, versos hechos calaveritas, disfraces, maquillaje, comida, música, todo aquello que pueda entretejerse y recibir con emoción y alegría a aquellos que ya no están.

En Ciudad Universitaria por ejemplo, se monta la Mega Ofrenda que es realizada por las diversas facultades, los colegios de ciencias y humanidades, colegios particulares y asociaciones que deseen participar. Este año por ejemplo, casi todos los altares estaban dedicados a José María Morelos y Pavón, así podíamos ver diferentes maneras de recordarlo y hacerle memoria. Ubicadas alrededor del estadio en Ciudad Universitaria fueron amenizados con la participación de diferentes producciones escénicas, música y un sol ardiente que acompañaba el recorrido.

            La muerte, es nuestra muerte. Esa mejor amiga que te acompaña en las buenas y en las malas. Aquella a la que tememos llegada, y sin embargo la ansiamos desde el primer momento. ¿Cuántas visitas guiadas al más allá? La gente se congrega para celebrar, los niños con sus calabazas de plástico que extienden hacía al frente con sus pequeños brazos tan solo para pedir su calaverita. Y en el rostro, una mezcolanza entre dulces y maquillaje batido, calor de gente y sudor de largas caminatas. Nunca olvidaré los complejos disfraces de diseño materno que me vestían de fantasma colocando en mis manos mallas blancas selladas, y que luego, cuando recibía la enmolada no podía tomar y disfrutar. No olvidaré las máscaras de barro fijado a la piel para simular el rostro envejecido de la bruja y que evitaban que yo pudiera beber por lo menos un poco de agua. Ni tampoco el lodo de en la piel que simulaba la piel de una bruja viviente en el bosque y que me produjo horas después una alergia corporal.

            El olor de un día de muertos es tan peculiar, de esos que es difícil de olvidar. Se te quedan en la memoria como parte de esa historia que aunque te da dificultades al dormir, celebras, porque es parte de ti. Un día de muertos es ese Intervalo que te recuerda la fragilidad de la vida y la celebración de aquello que está fuera de tu control. 


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