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martes, 12 de enero de 2016

Cuando una PUERTA se CIERRA, otra se ABRE


' Cuando una PUERTA se CIERRA, otra se ABRE '


TINtervalo5 presenta una nueva forma de compartir desde y para el cuerpo. Queremos invitarte a conocer desde la mirada de la Psicóloga Alejandra López Pulido, quien comparte desde la ciudad de Ocotlan, Jalisco y no te pierdas su Intervalo el día martes de cada semana en la segunda temporada del Blog TINtervalo5. No olvides compartir y comentar, Alejandra espera tus preguntas, comentarios y sugerencias. 






“Cuando una puerta se cierra, otra se abre” Una sabia frase popular que nos enseña a tener esperanza ante toda pérdida o situación difícil. Pero que ocurre cuando no estas preparad@ para tomar la “puerta” o simplemente no las ves, solo se siente enojo, tristeza y confusión por la persona que perdimos o nos abandono. 

Si esta es tu situación, probablemente te encuentres en un proceso de duelo. Y no me refiero a los combates cuerpo a cuerpo, sino el proceso emocional y mental que comienza cuando vivimos una pérdida y créeme de éstas tenemos muchas en el transcurso de la vida: la muerte de un ser querido, el término de una relación romántica, una enfermedad que debilita la salud, mudarse de ciudad o cambio de empleo, la pérdida de confianza en las personas, de la juventud, un deseo o meta no cumplida, etc. 

No podemos decidir en qué momento llegan las pérdidas, solo son parte de la vida, pueden llegar por temporadas. Un ejemplo es en estas fiestas decembrinas pasadas, donde todo es luces, amor, encuentros con los seres queridos y regalos, aun así, llega la sensación de que un año más se fue por la ventana, cosas que se perdieron o que no llegaron a ser defraudándonos. La idea de hacerse “mayor” al pasar el tiempo, sueños o metas no realizadas y los abandonos de personas que en nuestra idea son importantes, hacen que esta época del año sea de dificultad con respecto al duelo. 

Si es algo tan común ¿Por qué nos negamos a vivírlo? Desde que se escucha la palabra duelo hay diferentes reacciones que muchas de ellas apuntan a “algo negativo”, algo que a nadie le debería de pasar, catástrofe, dolor y por ende, algo que se tiene que evitar. 

Fingimos fortaleza cuando nos sentimos débiles, adoloridos sonreímos cuando lo que queremos es llorar y sentir unas palabras que nos den ese respiro de vida, ese “apapacho” de alguien. Nos negamos a sentir el dolor de extrañar a alguien, de lo que pudo dejar una traición, un abandono, y comenzamos a “fingir” una falsa alegría. Esto complica bastante el proceso de duelo, por no decir que lo anula, convirtiendo el proceso natural en sufrimiento y en eso tenemos elección.  





Vivir el dolor cura”, aunque suene paradójico. El dolor realmente es el comienzo para sanar. Supongamos vas caminando tranquilamente por la calle y de repente te tropiezas cayendo al suelo. La primera reacción es levantarse y observar a nuestro alrededor si hubo testigos de nuestro accidente, para levantamos como si nada. Pero a medida que transcurre el tiempo (cuestión de minutos), llega ese dolor en la parte del cuerpo lastimada, y es ahí cuando nos preguntamos ¿qué paso? Y nos damos el tiempo y el espacio para observamos. Aquí nos damos cuenta que tenemos una herida que tal vez este sangrando haciendo necesario su curación. Algo similar pasa con los duelos, tenemos una pérdida que abre heridas emocionales y necesitamos del dolor para darnos cuenta precisamente de que esa herida está ahí, sangrando. 

Tenemos que dar ese tratamiento al alma, tomará su tiempo para curarse y dedicación. Conforme va pasando el tiempo y con el tratamiento adecuado, la herida cerrará, dejando tal vez una cicatriz que nos recordará que debemos de caminar más atentos en la vida, cuidándonos, protegiéndonos, y por lo tanto amándonos. Eso puede ser el proceso de duelo, una oportunidad para regresar a nosotros, darnos el tiempo de observar que cosas me duelen para dar ese cariño, esa atención. 



El duelo puede llegar a ser una oportunidad. Un momento en tu vida en donde puedes hacer un alto, conectarte a ese dolor, a esas emociones, vivírlas y de nuevo volver a trazar un proyecto de vida. Y así el refrán comienza a tener sentido.



Psicóloga Clínica Alejandra López Pulido

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