. Intervalos .
El
tiempo es un suplemento agregado en la gaceta de todos los días. Pisar un
escenario es una de las misiones más complejas, pero más apasionantes. Te transformas,
te conviertes, dejas de ser tú para ser alguien más en una realidad paralela. Divagas
entre los sentidos de lo que fue, lo que es, lo que debió ser. Y siempre es tan
complejo.
El
cuerpo se adapta a una fluctuante emoción que nunca comprendes. El centro de tu
pecho se abre para mostrar lo que eres en verdad. Porque el escenario delata,
habla de ti muchas más cosas de las que tú hablas de ti mismo. Y el miedo
aparece, el miedo por revelarte, mostrarte y ser vulnerable a los otros
cuerpos. Tú alma crece pero la vida mundana la boicotea. Dejar de ser tú, para
ser tú. Vaya grandilocuencia. Hoy fue así, ayer fue así. Despertar al mundo,
anhelando desde siempre.
Aspiras
encontrar miradas que soporten verdades completas. Pocos lo toleran, pocos lo
viven. Es la fotografía del abuelo la que sostiene una obra completa, todo
parte del mismo lugar. Si, hoy hay tristeza. Una mujer que no pudo encontrar
aquello que buscaba, porque aquello ya había muerto.
Hoy
hay preguntas, tantas como ayer. El cuerpo cambia y se llena de historias,
algunas más tatuadas que otras, algunas fijadas en los huesos. Otras volátiles como
hojas de papel, como humo de un cigarro. He pensado, he pensado mucho y es
cierto, no me puedo detener. Las imágenes cruzan la cabeza como un catálogo de
nostalgia. En un vaivén se vuelve a sentir el tacto de un hombre de vieja historia, levantarme entre sus hombros mientras soy una niña.
Estar en
escena significa vivir la vida. Siempre seguro de que no hay nada seguro, no
existe nada más allá que tu decisión por habitar el presente. No hay movimiento
perfecto o hazañas correctas, porque solo es, lo que es. La tristeza sigue
viviendo y la nostalgia por la espera también. Es extraño, tanto uno como otro
se oponen al presente.
Y entonces te encuentras ahí, frente a la oscuridad de un
teatro sin luz, un teatro vivo lleno de murmullos de gente y te preguntas ¿si
acaso ellos te pueden ver? No importa lo que pase, nada volverá a ser igual.
Cuando la luz se enciende y te le revelas a la gente quedas expuesto, desnudo,
abierto a la total decisión del ser o no apreciado por los otros.
La escena es el juego verdades y medias mentiras. Un momento para despertar del letargo de la realidad, un segundo para abrazar aquello que creías inimaginable.
Fotografías: Mauricio Martinez, Ximena A Vega y Señorongo Flowers
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